jueves, 26 de noviembre de 2020

Las sonámbulas Kalilh Gibran



Las Sonámbulas 

Kalilh Gibran 

 En mi ciudad natal vivían una mujer y su hija, que caminaban dormidas. Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, la mujer y su hija caminaron dormidas hasta que se reunieron en el jardín envuelto en un velo de niebla. Y la madre habló primero:

– ¡Al fin! -dijo-. ¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga! ¡A ti, que destrozaste mi juventud, y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía! ¡Tengo deseos de matarte!

Luego, la hija habló, en estos términos: – ¡Oh mujer odiosa, egoísta .y vieja! ¡Te interpones entre mi y mi libertad ! ¡Quisieras que mi vida fuera un eco de tu propia vida marchita! ¡Desearía que estuvieras muerta!

En aquel instante cantó el gallo, y ambas mujeres despertaron. -¿Eres tú, tesoro? -dijo la madre amablemente. -Sí; soy yo, madre querida -respondió la hija con la misma amabilidad.




sábado, 7 de noviembre de 2020

SOPLADO de VACAS

 Curiosidades

Cuando la humanidad soplaba por la vagina de las vacas

Una práctica milenaria hoy vista como insalubre y asquerosa permite iluminar algunos pasajes oscuros de la evolución humana.

Un día de 2011, un pastor llegó a un hospital de campaña de Médicos sin Fronteras en una aldea de Sudán del Sur. Sufría dolores en las tripas, escalofríos y su frente parecía una sartén. Tenía claramente brucelosis, una enfermedad provocada por una bacteria habitual en las vacas que suele saltar a los pastores cuando beben leche o comen queso sin pasteurizar.

 Pero aquello no era una brucelosis normal. Era una brucelosis galopante. Los médicos no entendían cómo la enfermedad había evolucionado tan rápidamente y el pastor aseguraba no haber hecho nada raro las semanas anteriores. Hasta que, bombardeado por las preguntas de los doctores, recordó: “He soplado a una vaca”.

 Los médicos escucharon atónitos su relato. Había puesto la boca en la vagina de una vaca para, literalmente, intentar inflarla. Lo hacía toda su tribu, los nuer, desde tiempos inmemoriales para tratar de estimular la producción de leche.

 La anécdota, según recuerda en su blog un camarógrafo de Médicos sin Fronteras, es desde entonces la conversación habitual de la sobremesa cuando llega algún visitante a la misión médica en Sudán del Sur. Pero el soplido es mucho más que una fuente de chistes fáciles.

 Ahora, cuando medio mundo tiene en su bolsillo un teléfono más sofisticado que la nave que llevó a Neil Armstrong a la Luna, es difícil de creer, pero hubo un tiempo en el que media humanidad soplaba por las vaginas de las vacas. La supervivencia estaba en juego.

 La razón es muy conocida para los etnólogos. Aunque muchos niños de las ciudades ya no lo saben, las vacas no dan leche todo el año. Dan leche cuando tienen una cría que alimentar, como las mujeres. Así que cuando un ternero muere o desaparece, su madre deja de producir leche. Esto, en un poblado dependiente del ganado, es una tragedia. Por ello, a lo largo de la prehistoria y de la historia los ganaderos han inventado soluciones para intentar engañar a la vaca y que siga produciendo leche: o ponerle un ternero de otra madre o introducirle aire por la vagina para producir una especie de falso embarazo.

 Lo que vieron los médicos cooperantes en Sudán del Sur en 2011 son los vestigios de una práctica que dominó el planeta, como ha demostrado el etnólogo Jean-Loïc Le Quellec, del Centro Nacional de Investigación Científica francés. En un estudio publicado en la revista del Museo Nacional de Historia Natural de París, Le Quellec muestra un grabado en la roca llevado a cabo hace unos 6.000 años en Wadi Imrâwen, en Messak (Libia). En él se observa una figura humana aparentemente insuflando aire en la vagina de una vaca. En otra imagen, una pintura rupestre realizada en Immidir (Argelia) hace unos 4.000 años, aparece la misma estampa.

 Como constata el arte rupestre, sostiene Le Quellec, durante milenios los seres humanos se han agachado para asomarse a la vagina de una vaca y soplar dentro de ella, con la esperanza de tener más leche para la familia. Hoy sabemos que hay una explicación científica: la estimulación de la vagina de la vaca favorece la liberación de oxitocina, una hormona que facilita la lactancia.

Omnipresente

La práctica, que mirada con ojos occidentales es asquerosa, ha llegado hasta nuestros días. Los etnólogos han observado el soplido ancestral en los nuer de Sudán, los tuaregs de Níger, los fulani de Malí, los teda de Chad, los beduinos de Egipto, los masái de Kenia y en varias tribus de Suráfrica, Namibia, Tanzania y un largo etcétera.

 


Pero no es en absoluto una costumbre africana. De alguna manera, la práctica se fijó en el ADN del ser humano desde que soltó la lanza y comenzó a domesticar a los animales salvajes en lugar de salir a cazarlos. En el siglo XVIII, cuando el explorador europeo Johann Eberhard Fischer llegó a Siberia, vio “cómo los yakutos [el mayor grupo autóctono de Siberia] soplaban en el útero de sus vacas para que dieran más leche”.

 En India, la práctica, conocida como phooka, se llevaba a cabo mediante una caña de bambú y fue prohibida ya en 1890 por la Ley de Prevención de la Crueldad contra los Animales. “Desde que supe que la vaca y la búfala eran sometidas a la práctica de la phooka, desarrollé un fuerte rechazo a la leche”, escribió Mahatma Gandhi en su autobiografía.

 “La técnica no es desconocida en Europa, donde fue practicada en el siglo XIX por los campesinos de Hungría y Bosnia, que soplaban en la vagina de sus vacas mediante un pequeño tubo”, advierte Le Quellec en su estudio. En Francia, la práctica aparece en documentos históricos a lo largo del siglo XIX y se sigue llevando a cabo todavía hoy en la región de Aubrac, según Le Quellec, que cita al ganadero local André Balladier.

 

Y la técnica también se ha observado en Irlanda. En 1681, el viajero inglés Thomas Dingley describía esta práctica con humor, tras un periplo por el país: “Al ordeñar las vacas, cuando la leche no sale con facilidad […] soplan con sus bocas todo el aire que pueden, con lo que muchas veces acaban con la nariz llena de mierda”.

 El seguimiento de esta técnica a lo largo de la historia ha servido para iluminar una de las etapas clave en la evolución humana. Según la hipótesis clásica, postulada en 1981 por el arqueólogo británico Andrew Sherratt, los cazadores-recolectores comenzaron a domesticar a los animales salvajes hace unos 10.000 años para tener una fuente móvil de carne. Ordeñar al ganado para obtener leche o aprovechar su lana habrían sido innovaciones de una fase posterior, una parte más de la “Revolución de los Productos Secundarios” ejecutada al menos tres milenios después.

 Sin embargo, el análisis de restos de vasijas cerámicas de Oriente Próximo ha mostrado que los pueblos de la región ya hacían queso hace 8.500 años. Y, a juicio de Le Quellec, la presencia de la técnica del soplido en el arte rupestre del Sáhara “prueba que la primera difusión de ganado en el continente africano estuvo acompañada por la técnica del ordeño”. Los ganaderos procedentes de Oriente Próximo entraron en África ya bebiendo leche hace más de 6.000 años. Y cuando sus vacas estaban secas, soplaban por sus vaginas, como siguen haciendo los pastores nuer en Sudán del Sur.

REFERENCIA

 'Provoking lactation by the insufflation technique as documented by the rock images of the Sahara'

 Manuel Ansede: Periodista y veterinario. Ha cubierto las tres últimas cumbres del clima de la ONU e informado sobre ciencia y medio ambiente desde Asia, África, América y Europa

 Fuente: 

https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=81266